martes, octubre 20, 2009

Love Is A Losing Game



For you I was a flame
Love is a losing game
Five story fire as you came
Love is a losing game

One I wish I never played
Oh what a mess we made
And now the final frame
Love is a losing game

Played out by the band
Love is a losing hand
More than I could stand
Love is a losing hand

Self professed... profound
Till the chips were down
...know you're a gambling man
Love is a losing hand

Though I'm rather blind
Love is a fate resigned
Memories mar my mind
Love is a fate resigned

Over futile odds
And laughed at by the gods
And now the final frame
Love is a losing game

lunes, febrero 09, 2009

Leo Messi, un gigante que soñaba ser grande

Promedia la primera parte y Leo coge el balón pasada la mitad de cancha. Aceleración repentina, mirada baja, flequillo pegado a la frente, carrera a fondo con la pelota adosada a su pie derecho. Leo hace un gesto y el último defensor arquea su cintura, luego puntea la pelota ante el portero y el gol le es esquivo por unos centímetros.

Messi sonríe y retorna para reprender el juego ante la ovación de la afición perpleja. Es feliz. Hace ya ocho años que llegó a Barcelona con el deseo de dejar de ser enano y se convirtió en un futbolista gigante. La naturaleza lo castigó con un físico escaso, con una enfermedad que vuelve en forma de lesiones, pero él le responde desafiando las leyes de la física. En un amago consigue lo que nosotros no logramos imaginar con nuestro cerebro.

Ya pasaron muchos años desde que en el césped despeinado del polideportivo Islas Malvinas de Rosario un chaval con el pelo que le tapaba la frente cogía el balón en algún lugar del campo. Corría, y la desproporcionada camiseta rojinegra del Newell’s Old Boys (la misma que alguna vez utilizó Maradona) se inflaba como un paracaídas. Era el más bajo de todos, y solamente se veía una mitad del número porque la otra se encontraba dentro de su pantalón. La pelota tenía para él unas dimensiones bestiales, pero de todas maneras se las ingeniaba para que se sumara a su complicidad y burlaba a los defensas y se enfrentaba a porteros. Algunas veces picaba el balón por encima de ellos, y a veces entraba y otras no. Pero él no perdía el entusiasmo y retornaba al juego mientras los padres que se agolpaban en cuatro filas de gradas, semana tras semana, no salían del asombro.