A lo largo de la humanidad, el ser humano se a especializado en reprimir sus impulsos y disimular sus instintos, bajo el manto de un absurdo llamado refinamiento.
En la época de los romanos, el eructo espontáneo era un símbolo inequívoco de haber disfrutado de la comida. ¿Es necesario reemplazar un acto tan elocuente y tan expresivo por palabras ridículas y hasta hipócritas? Por ejemplo: ¡Que buena está la comida! O el trillado: ¡Un aplauso para el asador!
Por suerte, hay comunidades pequeñas en las que todavía se mantienen estas buenas costumbres…
viernes, marzo 16, 2007
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3 comentarios:
Desde luego creo que un gesto, como eructar, vale más que mil palabras, de satisfacción.
hasta después
opino lo mismo que lynn.
:-D
un beso.
click... hoy puedo venir...
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