viernes, marzo 09, 2007

¿Cuál fue la última risa?

Otro anuncio de Waxaxo, de Sprite y de las situaciones típicas de la vida...

miércoles, marzo 07, 2007

80 años de compañía

Hace varios años atrás, cuando trabajaba más horas que ahora cobrando menos, algún avispado programó un ciclo de cine de García Márquez de lunes a lunes. En 15 días consecutivos los que pretendíamos no perdernos ninguna cinta (desconozco si había alguien más que yo con este fin) nos vimos obligados a estirar la jornada unas cuantas horas más, disminuir el sueño y aumentar las dosis de cafeína.

Las maratónicas jornadas de dos películas me dejó dos enseñanzas, una que todavía mantengo y otra que no sé. La primera es que las películas jamás superan el libro, y la segunda es a esconderme en los cines, deambulando errantemente entre una función y otra para no pagar dos veces la entrada.

Las películas, en realidad, eran soporíferas. Tomas eternas que no se sostenían, con unos presupuestos reducidísimos que no daban lugar a una ambientación acorde. Ni hablar de los efectos especiales… Recuerdo “El Año de la peste”, una peli en la que actuaba la mega estrella Daniela Romo en un papel secundario. Entre las 30 cintas proyectadas destacaban “En este pueblo no hay ladrones” (aparecen en escena los mismísimos Gabo y Luis Buñuel), “El coronel no tiene quien le escriba” (con Marisa Paredes) y “Crónica de una muerte anunciada” (con una entonces desconocida Ornella Muti).

Pero, ¿quién es el corajudo que se anima a llevar a la gran pantalla tan fascinantes historias? Esas auténticas idas de ollas son imposibles de narrarse visualmente. Definitivamente, el encanto está en sus libros, y cualquier intento de encorsetar sus desvariados pensamientos es en vano. Cuenta la leyenda que el director de “El coronel no …” le preguntó a García Márquez si deseaba colaborar en el guión de la película, y que este le respondió que no, que “probablemente, si intervengo, esa película jamás verá la luz", “usted no se metió en mi libro, y yo no me meteré en su película”.

Gabo cumple 80 años, y hay hasta quien se enfada si le llamamos así y otros que pretenden enmarcar su literatura como el triunfo de un modelo de narración latinoamericano, y hasta afirman –erróneamente- que las historias que cuenta reflejan una realidad común al continente. Hace unos días acabe de leer el primer volumen de “Vivir para contarla”, su autobiografía, y les aseguro que su infancia y juventud no se corresponde con la que pueda llegar a vivir un latinoamericano cualquiera. Quizás guarde algún paralelismo con la vida de cualquier caribeño despistado, pero lo desconozco. Les confieso (para sorpresa) que sus obras tienen más de autobiografía que lo que presumía. Resulta que era cierto que su abuelo acuñaba pececitos de oro, que una tía solterona tejía su propia mortaja y que su padre, telegrafista, contaba con la complicidad de sus colegas para enviarle mensajes codificados a su madre, situaciones narradas en “Cien años de soledad” y en “El amor en tiempos de cólera”.

Aunque nunca llegaré a conocerte, y seguramente jamás leerás esto, te deseo un ¡Feliz cumple Gabo! Y que vivas otros 80 más como una trampa a la vejez, robándole a la vida la salud no te da.

lunes, marzo 05, 2007

4 Zonas 4


En los procesos de exclusión social intervienen variables personales (las minusvalías, enfermedades, etc.) tanto como otras propias de nuestra interrelación con los demás (emigración, ruptura con el entorno familiar, etc.).

Sin embargo, el tema es más complicado de lo que parece. Cuando nació la sociedad industrial, o incluso antes, la clasificación de “pobreza” y “desigualdad” bastaban. Hasta que llegaron los sociólogos…

Con su bendita manía de complicarlo todo, se preguntaron si era lo mismo estar en el paro un mes, dos años o cuarenta, y llegaron a la conclusión que no. También acordaron que no es una cuestión de be or not to be, de ser o no ser, sino que la exclusión social se puede dividir en varios niveles, diferentes grados pertenencia a la sociedad, de sentirnos protegidos por su entramado.

Un sociólogo que no conozco, llamado José Adelantado, propuso dividir a la sociedad en cuatro zonas, según su grado de integración social. En un primer escalón ubicó a la Zona de integración (ciudadanos en extinción, que gozan de trabajo y familia estable), en segundo a la Zona de vulnerabilidad (la inestabilidad es moneda corriente), tercera a la Zona de asistencia (pobres afortunados de vivir del paro y pensiones) y finalmente, la Zona de exclusión, el último orejón del tarro, sin ninguna posibilidad remota de integrarse laboralmente ni reconciliarse con la sociedad que les da la espalda.